Humildad satánica
A Flavio Josefo, el fariseo vespaciano.
-Y yo que solo he sido
un discreto observador, un tajante
académico a la moda,
padre de los servicios al sistema
y su arrogancia,
con libros editados y aclamados
en su pueril contenido afirmatorio,
con pose de señor y con derecho
de juzgar principiantes,
no entendía el detrás de su sonrisa
de tonta enamorada de la muerte.
-¡Qué desconcierto, oh Dios, qué desconcierto!
-Hube de acercarme a la gorila, al mostro,
al engendro de E.T. de los suburbios,
subirme al colectivo
que circulaba raudo entre las sombras
del vespaciano secreto,
y pude descubrir que en el reflejo
de su voz interior y sibilina,
hay una hembraje sabio
nel mezzo del camin que ella no ignora:
las turbias componendas de asesinos,
los crímenes impunes de la historia.
Toma, te doy, te presto, te adelanto,
me debes, me conviene, ¿me regalas?,
este que es muy bueno no se crezca,
si vale logrará su cometido:
triunfar y declinar de su talento,
ser parte de la tribu victimaria-…
- ¡Shhh!
No menciones su nombre de Papisa,
dile musa, hechicera, fiel Penélope
la pelota, el peluche, la kioskera.
-¿Mas, por qué no sentarla a nuestra mesa?
-Epa, amigo.
Tú entiendes de estas cosas...
Hay premios y hay fondos de Cultura,
hay viajes en hoteles cinco estrellas,
hay niñas que te soban y se entregan,
artículos en diarios con sus listas
de dueños de S.A.
Con su quejido
el Planeta se convierte en un fastidio
si la dejas cruzar por esa puerta.
Hay becas Guggenheim y Nobel, y
dinero y más dinero:
entidades que pactan con leones,
los llantos afiebrados de mujeres
histéricas de tanto
avinagrar las ensaladas
a escupitajos de ácida saliva.
¿Qué ley redimiría las caídas
de Imperios de aristócratas cleptómanos?
El hijo de un Guardia Civil
de Policía, ha conseguido casarse
con la guapa heredera del cuento de las fotos
que congelan la vida que se escapa.
En tierras de California se implantan la coleta.
Nos deben un favor aquellos tipos.
Sin peligro. Es uno de los nuestros.
Es más, es necesario.
Debemos hacer creer al vulgo imbécil
que es la libertad quien rige sus destinos.
-¿Y a quien no nos crea?
-Diles que porque Dios es solo un mito,
palabra religiosa, organigrama.
En la penumbra del ateo está la indulgencia,
la sana afirmación: "No somos nada".
-Pues, no lo sé, inventaremos algo.
-Trátalos como bestias o corderos
Ya arrastrarán el traste por el piso.
No les daremos un carajo a los geniales.
Ni falta que nos hace avivar giles.
-"Se te vuelven en contra", ha dicho el dicho.
-Y que Aquel se los pague.
Somos súcubos machos bien sabemos
que Ella existe,
de nosotros se burla y nos reserva
el placer terrenal de ser mortales.