Desvaríos a la hora del té
Hace un tiempo que no escribo. Es cierto.
Se me ha muerto la musa inspiradora
de hondas contradicciones en mis sueños.
Él era un señor común como pocos.
Ni monje, ni brujo ni intelectual.
Raro testigo de mis desvaríos
Ni monje, ni brujo ni intelectual.
Raro testigo de mis desvaríos
en el cementerio de la Almudena.
Lo amaba como aman los niños.
De soslayo todo él era una bóveda gris.
Ahora que me ha dejado desierta
De soslayo todo él era una bóveda gris.
Ahora que me ha dejado desierta
con miedo a las personas por venir,
mal sabor a jazmines derrotados
por el sol de una siesta de verano,
rememoro su imagen espumosa
y
mis tardos versos endecasílabos
quebrarán con plebeya poesía
la
pena de encontrar palabras sordas
que silencien de música sus pasos.