Mi amante
Mi amante me busca,
oye el rumor de mis pasos silentes,
me alborota
con el delirio de su imaginación.
Mi amante, con su espíritu sublime,
me ha dado más de lo que tuve
tras su fuga primeriza,
la única vez que
nos recostamos al pie de una montaña
con musgo y humedades titubeantes.
Escondidas como búhos en la noche,
las divinidades oscilan
entre la dicha y el desvanecimiento,
como si esa misma sustancia
nos dictase la trama indisoluble:
El jardín de las delicias.