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Apología del suicidio

 

Apología del suicidio

 

 

 

El amor por definición es eterno, nena.

 

 

 

Sigamos insistiendo.

 

El amor por definición es eterno, nena.


Si un solo ser humano fuera

capaz de amar a alguien hasta morir, 

sigamos insistiendo.

 

Hay tanto trecho del amor al odio, 

como distancia escapa

de la verdad a la mentira: 

apenas un punto contuso.

Un punto euclidiano no tiene medida, 

ni dimensiones, ni peso.

Es un ente de la gris geometría

como una recta o un plano.

Un dibujo trazado en la imaginación.

Los encefalogramas muertos 

dicen que es complicado 

desde aquel lugar

querer convertirse en poeta. 

Nuestros salubérrimos cartílagos,

la briosa osamenta que nos sostiene, 

los músculos y carrilladas

de química heterogénea, 

con acentos ortográficos 

y perpendiculares

que zanjan inconvenientes variados, 

son renuentes al pesimismo.

Si digo lo contrario y me cruzo de vereda

tendré una excusa perfecta

para mi suicidio, esta noche abatida.

Un suicidio perfecto de los pies a la cabeza 

a la orilla de mares ilusorios.

Brutal desolladura.

 

Rasguño, esclusa, excoriación fatal: 

Tautología y certeza.


Sigamos insistiendo.

 

Es la vida una repetición inútil y viciosa.


Una prerrogativa inconveniente

que nos deja inermes ante el peligro 

del amor.

El amor.

 

El amor. Ahí está. 

Míralo.


Míralo.

 

Huele igual que las flores estivales. 

Un saturnal con guirnaldas.

Una herejía. El cielo. 

Un suicidio mayor no negociable.


Sigamos insistiendo.

 

El conflicto es el hombre – dijo Heráclito-

¿dónde residirá el problema atávico? 

preguntamos nosotros.

Morir, matar, amar, temer, partir. 

Los verbos irregulares.

¿Los verbos regulares? 

Mejor matar, mejor morir

en sazón y dignamente.

Amar la muerte.

Temer la vida.

Partir del mundo

con la conciencia tranquila.

 

Nada hemos conquistado con quedarnos 

a consumar los ritos ancestrales

para resistir este culto,

de sobrellevar nuestros nombres, 

el terco fenómeno existencial

el terco fenómeno existencial

de la nada.

 

La nada que se viene tras la muerte. 

La nada intrascendente, 

que es la vida que llevamos sin vivir

por fuerza de la costumbre.

 

 


Índice - De dragones y miserias - tapa del libro

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