El cajón cerrado
Otra vez un cajón cerrado
envuelto en una bandera.
Otra vez
sopa.
El teatro popular es una feria,
un puñado de gentes con harapos,
llorando su destino venenoso,
rogando por honor y por ventura,
su bruta pertenencia
mojada de sudor y de miserias.
Con lenguaje modesto,
el cutis arrugado,
en lágrimas estallan muchedumbres,
aguardando piadosas,
el boom de economías fracasadas.
Unidad de compuesta arquitectura
que el féretro masacra
con secretos a voces,
con mentiras gentilmente ilustradas.
¿De qué tamaño es el dolor de un pueblo
con las piernas atadas y el ánimo en el piso?
En estos tiempos incautados
por la alergia al trabajo y al esfuerzo,
con prósperas mansiones,
lujosos edificios y alta gama
de coches para ricos,
la tendencia es mirar cómo nos curten
con fraudes por tevé.
La propaganda
se ha vuelto Poderosa Caballera.
Tu amigo necesita un lavarropas.
Tu padre no ha alcanzado a pensionarse.
Tus hijos no reclaman tu presencia
sino el móvil que adorna una vidriera.
Y si estás en pareja te perturban:
el alquiler, la ropa, la despensa
y el diagrama del plan para los viejos,
los pobres olvidados de esta saga.
Podrás hablar de sexo o practicarlo
con un vecino adúltero,
seas hombre o mujer, les da lo mismo.
Tu Libertad de herencia de motines
por talas pornográficas
afloja y se achicharra.
El peso de una cárcel que vigila
con grillos y grilletes
tu optimismo,
podrás soltarlo cuando un gol de Messi,
le permita comprar un pie de oro,
al hijo de mil putas que te engaña.