Nada ni nadie

 

Nada ni nadie

 







Un mal libro es un mal libro y chau.

No te gastes

ni le busques la quinta pata al gato.


Si bien es cierto que no podemos prejuzgar,

hay escalas de medición de la mala literatura.

Tiralas por la borda

porque de ellas está empedrado

el camino hacia el infierno.


Habiendo tantos buenos libros que leer,

perder el precioso tiempo que destinamos

a meternos en mamotretos ajenos

sin escuchar e indagar a otros

eficaces, maravillosos,

me parece lamentable.



Ahora digo... si el primer libro es el propio

(ya voy por el noveno)

y no ha tenido éxito en el sentido

en el que se aprecia en la contemporaneidad, 

-bombos y platillos,

paseo por la ruta de la fama,

tu DNI en las academias-

y a vos te satisface,

-siempre mejorable para el ojo experto- 

nada ni nadie

(un tópico divino este de "nada ni nadie")

te hará cambiar de idea

y ahí queda arrinconado para que en un futuro

de venganzas impertérritas,

lectores avezados lo lean y aprecien

su calidad y su valor poético.


Y sino, que se jodan bien jodidos

y sigan consumiendo concursos de televisión 

con preguntas más insulsas

que una ensalada de pepinos sin aceite,

preguntas que nada aportan

al conocimiento humano

de la subespecie que somos los versificadores

del siglo XXI y su vanguardia.




Leyes argentinas

 

 

Leyes argentinas

 

 

 

No sé. Silencio.

No me consta.


Silencio.


Me amparo en las garantías constitucionales.


Silencio.


No es mi firma. 


Silencio.


No era yo. 


Silencio. 


Jamás lo vi. 


Silencio.


No los conozco. 


Silencio.


No era mi voz.


Silencio. 


Niego todo. 


Silencio.


Lo sacaron de contexto. 


Silencio.


No voy a declarar. 


Silencio.

 

 

Sobreseído por falta de mérito.

El punto de fusión




El punto de fusión







                                 A Ernesto Sábato y Jorge Luis Borges.







Cada poeta arropa un color. 

Algunos son azules.

Azul su estandarte y el Ideal su Ley. 

Otros, decididamente,

son negros.



Matizan algunos grises

en su fúnebre conglomerado 

de versos oscuros.

Con muertes y obsesiones

se escriben las novelas policiales, 

no se pintan buenos cuadros,

mi apreciado amigo.



Anverso y reverso del espectáculo 

cristalino de un mundo caníbal.

Tácita reconducción

de la estética marea que sesga todo arte 

y ordena

que si eres pintor no eres poeta, 

o tal vez, lo contrario, vamos.

Retrocedo al lenguaje del color de la poesía. 

No hace falta disimular la incertidumbre.

Empecinados bermellones rojos 

son rojitos aguados de acuarela.

Y el resorte que los ajusta o los sujeta 

flaquea en un misal

con panderetas del vellocino de Jason.



Podrías ya seguir alucinando 

porque los hay,

poetas amarillos y parduscos,

(los poetas menores que amó Borges 

sin mentores por pormenores varios) 

 El mundo se reduce a explicarlos:



Y ahora que lo pienso bien… 

Yo soy violeta insustancial 

en mis sueños subconscientes.

Errática confesión de alojamiento 

sin confirmación retórica, 

todavía.


Solo sé que en el ultramar violeta 

serpentea el camino con vehemencia. 

Que violeta es el color de las vísperas.

Que tuve dos maravillosos vestidos en mi vida:

Uno, lila atrevido

con el que conseguí mi primer empleo de abogada

y el otro violeta,

de trágica elegancia,

que estrené el día en que lo vi 

con esa cualquiera en un bar

que frecuentábamos juntos

y sentí

por vez primera,

el antisigno inaugural

de una fuerza secreta y misteriosa.


Supe de inmediato

que aquel color de flores del teatro 

difuminado entre unas baratijas, 

sería el punto de fusión

entre la fantasía cautivada en los límites 

del juego de luces y sombras

de mi agudeza,

circunstancias ingénitas o antiguas, 

y mi humilde realidad creativa 

en la minúscula casita de rutinas literarias





Índice - De dragones y miserias - tapa del libro

  Índice 7 - Como un prólogo 9 - De dragones y miserias 11- Desertores del sistema 13 - Amantes del absurdo 14 - Desvaríos a la hora del t...