Leyes argentinas

 

 

Leyes argentinas

 

 

 

No sé. Silencio.

No me consta.


Silencio.


Me amparo en las garantías constitucionales.


Silencio.


No es mi firma. 


Silencio.


No era yo. 


Silencio. 


Jamás lo vi. 


Silencio.


No los conozco. 


Silencio.


No era mi voz.


Silencio. 


Niego todo. 


Silencio.


Lo sacaron de contexto. 


Silencio.


No voy a declarar. 


Silencio.

 

 

Sobreseído por falta de mérito.

El punto de fusión




El punto de fusión







                                 A Ernesto Sábato y Jorge Luis Borges.







Cada poeta arropa un color. 

Algunos son azules.

Azul su estandarte y el Ideal su Ley. 

Otros, decididamente,

son negros.



Matizan algunos grises

en su fúnebre conglomerado 

de versos oscuros.

Con muertes y obsesiones

se escriben las novelas policiales, 

no se pintan buenos cuadros,

mi apreciado amigo.



Anverso y reverso del espectáculo 

cristalino de un mundo caníbal.

Tácita reconducción

de la estética marea que sesga todo arte 

y ordena

que si eres pintor no eres poeta, 

o tal vez, lo contrario, vamos.

Retrocedo al lenguaje del color de la poesía. 

No hace falta disimular la incertidumbre.

Empecinados bermellones rojos 

son rojitos aguados de acuarela.

Y el resorte que los ajusta o los sujeta 

flaquea en un misal

con panderetas del vellocino de Jason.



Podrías ya seguir alucinando 

porque los hay,

poetas amarillos y parduscos,

(los poetas menores que amó Borges 

sin mentores por pormenores varios) 

 El mundo se reduce a explicarlos:



Y ahora que lo pienso bien… 

Yo soy violeta insustancial 

en mis sueños subconscientes.

Errática confesión de alojamiento 

sin confirmación retórica, 

todavía.


Solo sé que en el ultramar violeta 

serpentea el camino con vehemencia. 

Que violeta es el color de las vísperas.

Que tuve dos maravillosos vestidos en mi vida:

Uno, lila atrevido

con el que conseguí mi primer empleo de abogada

y el otro violeta,

de trágica elegancia,

que estrené el día en que lo vi 

con esa cualquiera en un bar

que frecuentábamos juntos

y sentí

por vez primera,

el antisigno inaugural

de una fuerza secreta y misteriosa.


Supe de inmediato

que aquel color de flores del teatro 

difuminado entre unas baratijas, 

sería el punto de fusión

entre la fantasía cautivada en los límites 

del juego de luces y sombras

de mi agudeza,

circunstancias ingénitas o antiguas, 

y mi humilde realidad creativa 

en la minúscula casita de rutinas literarias





 

Por ejemplo, la palabra himno

 

 

 

Por ejemplo,

la palabra himno 

desvanecida en grumos

al contorno de tu cuerpo.


No es igual

la verdad que la mentira.

 

La mentira acaba 

en guerras, 

miseria y traición.


Dirás que la verdad 

no tiene importancia

que hay que deleitarse 

con los placeres

de esta pobre vida 

solitaria,

amor, 

pero

¿cómo gozar con la injusticia 

que pesa sobre nosotros

por la gélida infamia coronada? 


La mentira no va con mi piel.

Tu torpe y homérica presencia 

real va con mi piel.


Conspiremos 

rasgando sílabas 

como destellos.

Ni palabras ni cánticos 

ni odas.

 

 

 

 

Poema publicado en la revista Del Gallardo 

Índice - De dragones y miserias - tapa del libro

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